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Zona Chica por Hugo Lynn Almada

Como la gata Flora

lunes, 10 de diciembre del 2012

 

 

Por Hugo Lynn Almada

El deporte es una de esas cosas que polariza las opiniones. Las diferencias deportivas logran alentar fuertes discusiones dentro de las familias y entre los amigos más entrañables. Es de esas actividades humanas en las que gana la pasión y no se encuentra reconcilio.

También las diferencias políticas vedan las relaciones, lo mismo que las discusiones religiosas. Son pues, política, religión y deporte los temas que nos ponen a discutir. En ellos nadie es dueño de la verdad absoluta y las discusiones se formulan en una lógica en la que las posiciones se tornan inamovibles.

La pelea del fin de semana, protagonizada por los pugilistas Juan Manuel Márquez y Manny Pacquiao no es la excepción. Y es que el pleito trajo consigo dos de los temas que nos ponen los pelos de punta: el deporte y la política.

No es para nadie un secreto el priismo del boxeador defeño. En su anterior combate contra el Pacman lució en el calzón un logo del PRI que a la postre ocasionó incluso la anulación del proceso electoral en Morelia.

Durante las diligencias de ese tema, ante las autoridades electorales que lo juzgaban, Márquez declaró ser priista, y aseguró que el logo lo había llevado en su pantaloneta por decisión personal, por ser el partido de sus simpatías.

Cada quien.

Lo cierto es que en aquella ocasión quienes lo vimos pelear, más allá de nuestras diferencias políticas, vimos también que le habían robado la pelea; si bien el dominio no había sido contundente, si había sido claro.

Un año después vino la revancha. Era una desquite investido de una fuerte carga emocional, porque en realidad ya no se disputaba un título mundial, lo que llevó a la Organización Mundial de Boxeo a poner la contienda en la búsqueda de un reconocimiento al que nombraron “campeón del siglo”. Era pues, un combate por el honor.

La pelea no tiene parangón. Fue un combate feroz desde la primera campanada. Se dieron con todo: Márquez tumbó al filipino en el tercer round; el filipino tiró al mexicano en el Quinto. En ese mismo episodio Pacquiao le rompió la nariz a Márquez y finalmente, en el sexto el mexicano noqueó a su oponente. Le apagó la luz, lo dejó fuera de combate con un soberbio derechazo que, a juicio personal, salió desde el alma y encontró su objetivo más por casualidad que por buen tino.

Y, a pesar de todo, hay quienes vieron en el combate un “asunto arreglado”; una derrota concertada… un triunfo comprado.

Así es el deporte cuando se mezcla con la política. La diferencia desestima el logro deportivo y avala la especulación. Se regatea la capacidad porque nos pesa mucho su inclinación política. Ni como hacerle, ni como discutirlo. El mexicano es, por ponerlo en términos vulgares, como la gata flora, que cuando se la meten chilla, y cuando se la sacan, llora.

ÚLTIMO ROUND

…Y ahora no faltará quien asegure que la muerte de Jenni Rivera es una cortina de humo. Así somos…

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