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Por Martha Ramírez Ruiz

¡Lo van a matar…!

viernes, 23 de marzo del 2012

 

* El discurso de Colosio en el LXV Aniversario del PRI hizo que se temiera por su vida, temores que se confirmarían 17 días después

Por Martha Ramírez Ruiz

Veo un México con hambre y con sed de justicia

Luis Donaldo Colosio

6 de marzo de 1994

“¡Lo van a matar!” exclamó doña Martha Fisher de Lepe tras el mostrador de la tienda que atendía en la calle de Guerrero, mientras daba lectura a los titulares de los periódicos el 7 de marzo de 1994 daban cuenta del discurso que pronunció el candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, en el monumento a la Revolución en el LXV aniversario del Revolucionario Institucional.

“Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”, dijo Colosio Murrieta en un mensaje inédito en un priista, y más insólito en un candidato presidencial.

Mensaje que cimbró al viejo sistema político mexicano, cuando compartió la visión de un país “de mujeres y de hombre afligidos por el abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”

Pasmada la señora Fisher comentaba a sus clientes “ya leyeron lo que dijo el candidato” que en plena fiesta priista admitía las ineficiencias del PRI; que se había agotado el Partido de Estado; de la perversión de la demagogia; de las imposiciones –ver www.fundacióncolosio.org -.

Temerosa compartía su incertidumbre “es que lo van a matar por todo lo que dijo”.

“Por favor, doña Martha, si no dijo nada nuevo, está retomando el discurso del PRD, de la oposición eso ya lo han dicho los del PAN también”, contesté escéptica al mensaje que generó una vorágine en el ambiente político y que entonces considere simple retorica y demagogia, tan propia de los priistas, mientras comía una de esas empanadas tan ricas que se vendían en la tienda de don Lencho Lepe y me empinaba una coca-cola.

No fue la única Casandra que profetizó lo que sucedería un par de semanas después, también Blanca Elvia Gómez, dirigente sindical de la SSA, exteriorizo su miedo, “Qué bruto decir eso, a este lo matan, no lo van a dejar llegar a la presidencia”. Confieso que a mi hasta me fastidiaban, sin ser partidista en ese tiempo, ya había decidido que en las elecciones presidenciales votaría por segunda ocasión por Cuauhtémoc Cárdenas, desdeñando las palabras del candidato priista, simplemente porque desconfiaba que fuera verdad lo que decía y proponía.

No paso mucho tiempo en que reconsidere el escepticismo, aunque a un elevado costo.

La tarde del 23 de marzo, tenía prendido el televisor, sin prestarle atención, sin embargo cuando interrumpen las transmisiones para dar un flash informativo, al finalizar un mitin en una colonia popular de Tijuana, el candidato del PRI a la presidencia sufrió un atentado, le pegaron un tiro en la cabeza.

Bastó escuchar que el balazo le entró a la nuca, azorada pensé, qué ya no tenía salvación, imaginar la trayectoria de la bala en el cráneo, sin ser neuróloga concluí que moriría, si no es que ya lo estaba o que más valdría porque de sobrevivir podría quedar en estado vegetativo.

Esa noche, imaginó que al igual que en millones de casas, no me despegue del televisor en espera de más noticias, así también especulé como millones lo hacían, y recordé el miedo expresado por Martha Fisher y Blanca Elvia Gómez, “lo van a matar; no lo van a dejar llegar…”

O como siempre, o casi siempre sucede, me acordé de las ocasiones que por la talacha reporteril, entrevisté o intenté entrevistas a Colosio. La primera en los primeros meses de 1988, cuando en el aeropuerto me lo presentó Demetrio Rojas, cuando el enjambre de reporteros revoloteaban con el candidato del PRI a la presidencia, Carlos Salinas de Gortari, Colosio era el coordinador general de la campaña, no fui inmune a la sencillez y carisma, apenas hacia mis pininos en el oficio reporteril y esa fue una de las primeras exclusivas que conseguí.

Aquella noche del 23 de marzo, en lo que continuaba la programación habitual, recordé sus giras de trabajo que me tocó cubrir entre 1990 y 1993, cuando Luis Donaldo fue presidente del CEN del PRI y Secretario de Desarrollo Social, y la última pregunta que le hice y que se quedó sin respuesta.

Sin que tenga registrada la fecha exacta, sería alrededor de medio año antes, cuando ya como el precandidato puntero del PRI en la carrera a los Pinos, aun era Secretario de Desarrollo Social al finalizar una gira la que sería su última visita a Vallarta, le abordé en el aviación civil, sabiendo de que evadía dar entrevistas sobre su precandidatura, mientras charlaba informalmente con los reporteros, le solté la pregunta al hacer referencia a que cinco años antes había visitado este puerto, como coordinador general de una campaña presidencial y qué sí la próxima no sería en su campaña a la presidencia.

Todavía le reclamo a mi compadre, Luis Hernández, qué en cuanto escucharon mi pregunta, sacaron los demás reporteros las grabadoras y las colocaron frente a Colosio, quien sonrió en ese carisma, tan suyo. Las cintas magnéticas solo registrarían un “Buenas tardes, hasta luego…” y vimos alejarse la figura del futuro candidato dirigirse a la aeronave que le alejaría para siempre de Vallarta.

Esa noche deL 23 de marzo de 1994, rememoré aquella última ocasión que vi a Colosio vivo, cuando Jacobo Zabludovsky dio la noticia oficial de la muerte de Colosio en el Hospital General de Tijuana.

Aunque ya la esperaba, no dejo de ser estremecedora, solté el llanto.

Todavía hoy al escribir sobre aquel momento, se me anegan los ojos y fluyen las lágrimas.

Aquella noche, sola frente a la pantalla de la televisión, lloraba, cuando llegó una amiga, Felisa Carrizosa, panista por cierto. “¿Ya te enteraste que sufrió un atentado el candidato del PRI?, preguntó. “Ya se murió, acaban de dar la noticia”, le respondí con el rostro cubierto por las lágrimas.

“¿Qué, estás llorando, estás llorando por un priista?” me dijo la panista.

Sin secar las lágrimas que fluían sin control, me aventé una frase lapidaria o sí quieren melodramática: No, no estoy llorando por un priista. Estoy llorando por mi país…

Por ese México con hambre y con sed de justicia, que hoy no solo tiene aún hambre y sed de justicia, está ensangrentado.

* Este artículo lo escribí en el XV Aniversario Luctuoso de Colosio, hoy se reproduce porque 3 años después sigue tan vigente como entonces.

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